4/15/2008

Ailofel, el elfo de la oscuridad

Cap. I:
La tierra de Afgan, donde solo la nieve, el viento y la sangre tienen cabida. Un extenso manto de desolación que se extiende miles de kilómetros a la redonda. Un lugar donde solo los más valientes o los más idiotas se aventuran a entrar.
Sorprendentemente en aquel lugar había vida para sorpresa y desgracia de Ailofel.
Una multitud de salvajes hombres se lanzo de improviso sobre su regimiento pidiendo su sangre a gritos. A pesar de la sorpresa, los elfos se repusieron rápidamente y se organizaron para la batalla, pero lentamente retrocedían terrenos.
Los barbaron eran mayoría y cada elfo tenía que ocuparse de tres o cuatro de estos adoradores de cráneos, por lo que lentamente iban siendo acorralados.
- ¡Ailofel, capitán! ¡Hemos de retroceder!
Estaban muy cerca de su objetivo. Si huían y abandonaban ahora quizás no habría otra oportunidad de volver. Ailofel tomo una decisión.
- ¡Elfos de la oscuridad, aguantad! Y cuando terminéis con estos barbaros, ¡seguidme!
Diciendo esto giro su montura y galopo fuera de la batalla queriendo alcanzar el que había sido su objetivo desde el primer momento que emprendió la marcha. Dos berserkers se lanzaron contra él cuando quiso atravesar el combate pero con sendos mandobles de espada aquellos insensatos cayeron decapitados al suelo mientras Ailofel se alejaba.
Tras unas leguas llego a su destino. Una inmensa torre de oscuro metal se erguía imponente enfrente suya, rodeada de un profundo foso.
Ailofel se acerco al foso. Lo que vio le impresiono. Una oscuridad profunda se extendía allá abajo no dejando vislumbrar el fondo. Aire helado ascendía trayendo a los oídos de quien estuviera allí los tristes ecos de los lamentos de desgraciadas almas torturadas.
- En verdad llaman a esto Krad-Dûm, la torre del Diablo
Solo un puente comunicaba al interior de la torre, ahora destrozado y derruido por el salvaje clima y el inexorable tiempo.
Solo había una solución para atravesarlo.
Retrocedió, y se giro para mirar la torre que tanto había esperado para contemplar y donde se decían que había tantas riquezas en su interior.
De súbito, instigando a su caballo se lanzo a la carga hacia el destruido puente.
Y saltó. Solo en ese momento se le paso por la cabeza que quizás no llegaría, que quizás su caballo, Marlabur, no sería lo suficientemente rápido para poder saltar tal brecha, y que quizás moriría en vano intentando alcanzar lo que ahora era una realidad.
Pero solo lo pensó un momento, ya que Marlabur, y su jinete, aterrizaron en el suelo de la torre.
- ¡Maldita bestia, la mejor entre los de su raza!- exclamo Ailofel, felicitando a su montura.
Se hallaban en la puerta de la torre, justo en la entrada. El elfo ato a su montura en los goznes de la puerta y se encamino hacia dentro. La torre estaba a oscuras pero misteriosamente las antorchas de las paredes se iluminaban a su paso. No parecía haber rastro de vida en su interior. Ailofel se encamino escaleras arriba hasta llegar a una gran sala.
En el centro de esta había una gran roca negra que no reflejaba nada, pero estaba caliente al tacto e incluso parecía que había energía fluctuando dentro de ella. Se giro para seguir inspeccionando la sala pero la luz de las antorchas había ido palideciendo y ahora solo alumbraba una parte de la sala. Ailofel no necesito nada más, porque allí encima de un altar se encontraba lo que había estado buscando tanto tiempo, un artefacto de tanto poder mágico que con él podría establecer el dominio de un nuevo reino y destruir aquellos que se interpusieran en su camino, el Ojo de Shaeretti, un anillo engarzado con la gema más bella que existe en la faz de la tierra y bajo ella.
- Al fin eres mío…- Ailofel alargo la mano cogiendo el anillo y se lo puso.
De repente, lanzo un grito.
- Aaaah… ¿¡Que pasa… que esto…!? Duele, es como… fuego… en mi sangre…
Del anillo surgieron lazos de oscuridad que poco a poco fueron atrapando la mano del elfo. El dolor no se podía explicar con palabras. Ailofel cayó al suelo y al levantarse pudo verse en un espejo de la habitación.
Sus ojos se habían vuelto negros.
- ¿¡Que me está pasando!?
- Duele ¿verdad?
CONTINUARÁ…

2 comentarios:

Dav dijo...

Pues vaya un cachondo el que dejó ahí el anillo, no? Seguro que era de imitación.

Venga, a ver para cuando la segunda parte ;)

Suika dijo...

Muy bueno!!!! deseando leer más Mikav!!! ;D